
Pilar Ríos: una vida dedicada al estudio de la biodiversidad marina
¿Cuándo decidí que mi vida profesional y gran parte de la personal iba a estar dedicada al estudio de la biodiversidad marina? Para alguien que nació en Salamanca, pasó gran parte de su infancia y adolescencia en Zaragoza y cuyo primer contacto con el mar fue en la playa de Bellreguart (Valencia) a los 9 años, las opciones no se presentaban muy claras. Todo esto cambió el día que mi familia tuvo que trasladarse a Galicia por motivos laborales, coincidiendo con el año en que debía empezar mi carrera universitaria. Se me abría un nuevo campo de posibilidades, en el que probablemente, influenciada por una buena profesora de ciencias que tuve en COU y una compañera de clase cuya ilusión desde niña había sido poder estudiar Biología y se felicitaba de que se me abriera ese camino al matricularme en la Universidad de Santiago (USC), hizo que me decantara finalmente por esta opción. Los primeros años fueron complicados, preguntándome en alguna ocasión si realmente había sido una buena elección y si tenía capacidad para superar la carrera. Todo cambió en 4º y 5º, donde me di cuenta que gran parte del éxito va ligado a los profesores y sin duda alguna esos cursos fueron los mejores y con los que más aprendí, obteniendo la licenciatura en la especialidad de biología molecular.
Al acabar la carrera empezó un nuevo calvario en busca de trabajo –demasiada formación para trabajar como técnico en un laboratorio y poca experiencia para trabajar como bióloga–. En ese momento mi vida volvió a cambiar de dirección y gracias al apoyo de la que sería mi pareja en la vida, me inscribí en la Escuela Taller de buceo científico (ETMC) de la Xunta de Galicia y sería allí donde empezaría mi relación íntima con el medio marino. Todo lo que no me habían enseñado en la universidad lo aprendí en la ETMC: buceo profesional, biología marina, imagen submarina, arqueología submarina; siempre estaré agradecida a este proyecto de la Xunta de Galicia donde se formaron grandes profesionales del medio.

Pilar Ríos junto a todos los alumnos y profesores del ETMC
El siguiente giro fue el regreso a la USC, con el propósito de estudiar las esponjas que se habían recolectado en diferentes campañas antárticas españolas lideradas por el Instituto Español de Oceanografía (IEO). El único requisito que había puesto en aquel momento al que durante 10 años fue mi jefe, era que yo tenía dos cosas muy claras para mi vida profesional: nunca leería una tesis doctoral y nunca me presentaría a ningún tipo de oposiciones porque me daban pánico los tribunales… Nunca digas nunca jamás, además de un título de película, es la pura realidad.
Los años finales en la USC fueron una verdadera tortura, no se lo puedo desear ni a mi peor enemigo y espero y deseo que hayan cambiado las cosas y no se explote a los doctorandos ni se maltrate de la manera que lo hizo conmigo el que fue en aquel entonces mi jefe. De todo se saca alguna vivencia positiva: prácticamente dos personas pusimos en marcha una estación de biología marina, pude embarcar en mi primera campaña oceanográfica a la Antártida y me peleé como una jabata por conseguir que se reconociera el trabajo de mi tesis doctoral, para la que finalmente obtuve premio extraordinario. En este camino, por supuesto sin ningún tipo de relación contractual como era habitual en aquellos momentos en las universidades, debo agradecer la enorme implicación de dos vicerrectores de Investigación Eduardo García-Rodeja y Mª José Alonso y del entonces rector de la USC, Senén Barro.

A bordo del Hespérides en la Antátida
¿Lo positivo de esta época? La gran cantidad de investigadores de los que recibí apoyo, entre los que figuraba Ana Ramos, mi jefa antártica, quien consideró que ya había sufrido bastante aquel 2005 fatídico para mí y merecía repetir campaña a la Antártida en 2006. Esos buenos compañeros de BENTART y la fantástica tripulación del Hespérides, hizo que reforzara mi convencimiento acerca del camino que debía seguir y del que tan orgullosa me siento hoy día.
Salir de la USC y despegar a nivel profesional fue todo uno. Embarqué con el Instituto Español de Oceanografía por vez primera en 2008, como observadora, en una campaña en aguas internacionales de Patagonia, para el estudio de los ecosistemas marinos vulnerables y desde entonces no he dejado de trabajar. Por supuesto que en estos años ha habido problemas, pero por primera vez me sentí valorada por mis jefes, me animaban a publicar resultados científicos de mis investigaciones en revistas de prestigio, valoraban que quisieran ampliar mi formación en otros centros de investigación y además casi por vez primera tenía un sueldo asociado a mi trabajo.

Muestreando en la Antártida
Durante 12 años he estado vinculada al IEO mediante diferentes contratos de proyectos, todos ellos relacionados con zonas de elevada biodiversidad, en aguas del Atlántico, Índico, Cantábrico, Ártico y Antártida. Esto me ha permitido obtener una visión global del medio marino y los efectos que provocamos los seres vivos en ellos, a veces destruyéndolos y otras tratando de conservar aunque sea lo mínimo, que permita la supervivencia de las especies.
Finalmente hace un par de años conseguí uno de mis sueños, y aquí vuelve el «nunca digas nunca jamás», aprobé una oposición de Científica Titular en el IEO y eso me permite seguir avanzando en el conocimiento de la biodiversidad marina, con la tranquilidad de saber que cuando se acabe un proyecto podré seguir trabajando hasta que llegue el siguiente.

Pilar junto al ROV Liropus, vehículo submarino con el que observar la fauna hasta 2000 metros de profundidad.
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