
Patricia Quintas: «la divulgación me permite provocar interés y deleite por la ciencia”
Verano de 1991, una carrera nueva en mi ciudad: Ciencias del Mar. ¿Cómo no aprovechar esta oportunidad? Así comencé a estudiar el mar desde perspectivas tan diferentes como la oceanografía, la geología, la zoología, la etología. En casa me decían: “¡Hija, tú lo que estudias es la mar de ciencias!” Durante la carrera, me fui dando cuenta de que disfrutaba mucho con la zoología, la ecología, el comportamiento animal y, especialmente, con la exploración y la observación in situ. Sin saber a qué me dedicaría profesionalmente en el futuro, hice prácticas con otolitos de peces en el Centro Oceanográfico de Vigo del Instituto Español de Oceanografía (IEO, CSIC).
Al terminar la carrera –primera promoción de Ciencias del Mar de la Universidad de Vigo-, comencé el doctorado. En esto influyó el caldo de cultivo que tenía en casa con unos padres profesores, interesados por el saber, y la pasión de uno de mis profesores de universidad, el Dr. Jesús Troncoso. Me aceptó en su laboratorio donde planificaba con enorme ilusión un montón de proyectos. Allí, varios compañeros/as, que ahora son mi familia científica, trabajábamos en nuestras tesis y compartíamos horas y horas asomados al microscopio y a la lupa binocular identificando el bentos (organismos asociados a los fondos marinos). Desconocía que la arena, el fango o el cascajo albergaban tal cantidad y variedad de moluscos, poliquetos, crustáceos, equinodermos, la llamada “macrofauna”. En mi tesis, estudié la composición y distribución de la fauna asociada a las praderas de Zostera marina y Zostera noltei en la ría de Arousa. Contribuí al conocimiento de la gran biodiversidad que albergan estos hábitats vegetados y aprendí sus numerosas funciones ecológicas: fuente de oxígeno, aporte de alimento, zona de cría y refugio para especies, así como sus beneficios para el desarrollo de actividades socio-económicas. Durante la época del vertido del Prestige en la costa gallega descubrí que los invertebrados bentónicos (y también las praderas) son bioindicadores de la salud del ecosistema.

Fig. 1. Observación de muestras bajo la lupa binocular © Patricia Quintas
Recibir un Premio Extraordinario de Doctorado fue un impulso para seguir, pero estaba exhausta y con dudas para irme dos años al extranjero. Aproveché la oportunidad de solicitar una beca para cultivar caballitos de mar en mi ciudad, que fue como irme a otro país, ponerme rápidamente al día en una nueva línea de investigación. Acelerar para adaptarme, algo importante en la trayectoria científica. Me sumé a la investigación que se iniciaba en el Instituto de Investigaciones Marinas (IIM, CSIC) sobre las primeras técnicas para la reproducción y cría de Hippocampus guttulatus en cautividad. Generar conocimiento en torno a una especie protegida y cultivarla con fines conservacionistas conectaba con mis ideales. Esto respondía al que me preguntaba, ¿para qué los cultivas si no se comen? Valoré nuevamente trabajar en equipo. Fue necesario, por un lado, reproducir lo mejor posible las condiciones fisicoquímicas del medio en el que vive la especie, por otro lado, conseguir una alimentación que cubriese los requerimientos nutricionales según su edad. Para mejorar la cría larvaria, hice una estancia en la Universidad de Tasmania (Australia) y otra en la Academy of Sciences en Guangzhou (China). De nuevo, acelerar y adaptarse. Finalmente se cerró el ciclo del cultivo de H. guttulatus en cautividad.

Fig. 2. Inmersión en una pradera de Zostera marina ©Sonia Valladares
Se acabó el contrato y me quedé en el paro. ¡Menudo mazazo! Continué con la divulgación científica, publiqué varios trabajos, colaboré en algún proyecto, en fin, perseveré. Dicen en mi tierra: “Nunca choveu que non escampara”. Y aproveché este tiempo para ser madre, que no es poco: Nicolás, un proyecto para toda la vida.
Decidí apostar por la divulgación científica a tiempo completo. Desde 2006, la divulgación estuvo calando en mí mientras investigaba, poco a poco, debido a la intensa actividad de divulgación que desarrollaba la Unidad de Cultura Científica y de la Innovación (UCC+I) del CSIC en Galicia, que me ofreció la oportunidad de participar en múltiples eventos de divulgación. Divulgar me permite acercar los progresos científicos a la sociedad y promover cambios en ella, provocar interés y deleite por la ciencia e impulsar la vocación científica. ¡Y cómo no, recibir el reconocimiento de mi trabajo! Suficiente, ¿verdad?
Desde 2019 soy personal técnico de apoyo a la investigación en el Centro Oceanográfico de Vigo donde se asesora e investiga en las áreas de pesca, acuicultura y conservación del medio marino. Colaboro en el diseño, coordinación y ejecución de actividades de divulgación científica. En este mismo año, con el apoyo de Dirección, un logro de mi proyecto fue el registro de la UCC+I del IEO para vertebrar la comunicación y divulgación que se hace en la institución. Profesionalizar la labor en este ámbito es clave para una mayor eficiencia en el acercamiento de la ciencia a la sociedad sin perder el rigor y la veracidad. El trabajo de campo son los centros educativos, museos, calles, playas, casas de cultura.

Fig. 3. Divulgación científica dirigida a los más pequeños. © Jose Pintado
Para terminar, si tienes dudas en iniciar una carrera científica, te puedo decir que yo no tenía una vocación clara para ser oceanógrafa, pero fui haciendo lo que me gustaba y llegué hasta aquí. Y sí, fui un poco terca. No todo ha sido de color de rosa y, de hecho, un gran obstáculo ha sido y es la falta de estabilidad laboral y económica, que condiciona el ánimo y las decisiones. Cuando bajan las fuerzas, miro a los pies y no tanto al frente y voy celebrando los pequeños grandes logros. Como en la trayectoria de muchas personas, hay una mezcla de esfuerzo, oportunidades, insatisfacciones, perseverancia, éxitos, paradas forzadas, superación, confianza… ¡Y, ayuda en el camino!
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