
Noelia Hernández, entre la selva y el mar
¿Qué hace una oceanógrafa de Ávila viviendo en la jungla? Extraña combinación que sorprende a todo aquel que me conoce. Permítanme explicarles mi trayectoria para que lo entiendan y poder ofrecer un pequeño consejo a futuras/os profesionales a través de mi experiencia.
Desde que era muy pequeña tuve devoción por el mar y la fauna marina, nadie se explicaba el por qué y pensaban que con los años se me pasaría la idea de querer dedicarme a proteger y estudiar animales marinos. Como se podrán imaginar, no era muy normal nacer en Ávila y querer estudiar tiburones. Pasaron los años, pero nunca cambie de idea. De hecho, decidí que estudiaría Ciencias del Mar o no estudiaría nada. Por aquel entonces era deportista y todo el mundo se empeñaba en decirme que estudiara INEF. Pero decidí no solicitar acceso a ninguna otra carrera e irme a estudiar Ciencias del Mar a Cádiz.
Tenía muy claro que quería dedicarme a la conservación marina, pero no sabía muy bien qué pasos debía seguir para llegar a conseguir un trabajo relacionado con lo que me gustaba. Durante los primeros años de universidad las asignaturas que tenía eran diferentes a mis inquietudes. La mayoría de ellas estaban relacionadas con matemáticas y física, que todo sea dicho, no eran mi fuerte. Aunque era consciente de la importancia de las diferentes materias que se impartían, a la vez me preocupaba que nunca llegase a saber mucho de algún tema específico. La mítica frase de “Ciencias del Mar es una carrera multidisciplinar” yo la traducía en “sé de todo y no soy experta en nada”. Sin embargo, ahora me alegro de ello y puedo decir que esa formación multi e interdisciplinar ha sido fundamental para poder ejercer el trabajo que realizo hoy en día.

Buceo en la Reserva Biológica Isla del Caño, Costa Rica. Créditos: David Garcia, Ecodivers Costa Rica.
Durante la carrera conocí a un gran profesor que hizo que me enamorara de los nudibranquios. Me abrió las puertas de su laboratorio, hizo que creciera en mí la motivación por la investigación y confió siempre en mí. En esa etapa empecé a comprender la gran cantidad de complicaciones que pueden surgir en investigación, pero también aprendí lo bonito y apasionante que es descubrir cosas nuevas. Tras años en el laboratorio, mucha gente me sugirió que hiciese una tesis doctoral, algo que nunca me había planteado. Pensando en la que siempre había sido mi meta, decidí hacer una tesis doctoral en un tema que me pudiese servir para trabajar en conservación, aunque todavía tenía dudas de cómo lo podría llegar a conseguir.
Me aceptaron para una beca FPI y me fui a Mallorca para hacer la tesis en el Grupo de Ecología de Poblaciones del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (IMEDEA). Durante los años de mi tesis doctoral estudié los efectos medioambientales y antropogénicos en depredadores marinos apicales. Otra vez aparecieron las matemáticas en mi vida y la modelización. No me resultó fácil y también hubo complicaciones, pero tuve la oportunidad de pertenecer a un gran equipo y hoy de nuevo vuelvo a agradecer todo lo que aprendí durante esos años para poder aplicarlo a la conservación.
Tras años de estudio y esfuerzo, recibí una oferta laboral para trabajar de coordinadora marina en la ONG Conservación Osa en Costa Rica. El trabajo parecía idílico para mí, buscaban una persona que creara un programa marino desde cero y que trabajara para conseguir crear la mayor área marina protegida de Costa Rica. Esta era mi oportunidad, podría trabajar con todo lo que me gustaba y siempre había soñado desde pequeña. El trabajo que tendría que hacer parecía increíble, viviría en medio de la jungla, en un sitio prístino donde tiburones martillo, ballenas jorobadas, tortugas marinas y otras muchas especies acuden a dar luz a sus crías. Sonaba muy bonito, pero había un gran detalle, mi gran fobia a las serpientes. Si aceptaba el puesto no me iba a librar de ellas ni en el mar. No obstante, dejé el miedo a un lado y aquí me vine, a vivir a la Península de Osa, sitio catalogado como el de mayor intensidad biológica del planeta, a conseguir proteger la parte marina que durante tantos años habían tenido olvidada.
Tras cuatro meses como coordinadora, ascendí a directora de Ciencias de la organización, siendo la primera mujer en conseguir este puesto en la organización. Durante todos estos meses el trabajo ha sido una locura y mentiría si digo que ha sido fácil, pero estoy teniendo la suerte de poder vivir lo que siempre había soñado: colaboraciones y proyectos con National Geographic, con la NASA, expediciones marinas, proyectos de buenas prácticas en temas de sostenibilidad marina, restauración de manglares, conservación de tortugas marinas, mantas, ayudando a conservar tiburones y restaurar corales entre otros proyectos. Nunca pensé que en tan poco tiempo tendría la oportunidad de poder diseñar y estar involucrada en un objetivo tan ambicioso e importante ecológicamente como este. Evidentemente no estoy sola, cuento con la ayuda de un gran equipo. La mayoría mujeres apasionadas y grandes trabajadoras, a las que estoy feliz de poder liderar y ayudar en todo lo que hacen.

Donde la jungla se encuentra con el mar. Península de Osa, Costa Rica. Créditos: David García. Ecodivers Costa Rica.
Como pueden leer, a lo largo de los años me he encontrado con cosas que no me gustaban, con cosas que me han supuesto una gran dificultad y momentos muy complicados, pero nunca tiré la toalla y el haberlo hecho y haberme esforzado me ha abierto las puertas de lo que siempre había soñado. Tras el esfuerzo y dedicación tuve mi recompensa. Sé que es difícil conseguir trabajo en nuestra profesión, que mucha gente está luchando por conseguir sus sueños y no lo logran, pero siempre hay que seguir intentándolo, si no, definitivamente es cuando nunca se consigue. A todas/os los que tienen dudas o no consiguen lo que quieren, que no desistan, que sigan luchando por conseguirlo. A veces la vida nos sorprende cuando menos lo esperamos. Recuerda, si te caes, vuelve a levantarte. Y si tocas fondo, que sirva para coger impulso y subir a la superficie. Como diría Dori, ¡no pares, sigue nadando!
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