
Montse Pérez y la genética
Desde muy pequeña supe lo que quería hacer de mayor: “estudiar ciencias naturales”, lo cual contestaba con mucha seriedad a todos los adultos que insistían con la pregunta. Aunque necesité más tiempo para saber en qué consistiría eso de las ciencias naturales…
Rebuscar entre las rocas y la orilla de la playa tratando de identificar los animalillos y las algas o quedarme quieta en el mar de las playas de Aldán esperando a que los peces se acercaran era mi pasión (biodiversidad). En invierno me conformaba con organizar mi colección de minerales y leer sobre cualquier cosa que me pareciese interesante. Ahora que lo pienso, mucho de lo que leía estaba relacionado con la geología y sus procesos (tiempo). La tercera pata que faltaba para mi silla la descubrí en bachillerato: las matemáticas, tan engañosamente abstractas y tan lógicas, que solamente necesitas pensar en los problemas que ofrece y no en entenderlos. Haciéndolo así, la lógica, como una musa, se encarga de dibujar en tu cerebro los pasos necesarios para alcanzar la solución.
Estudié biología en la Universidad de Vigo y así pude acercarme a muchas de sus áreas de estudio para decidirme por una. Cuando llegó el momento de cursar genética, las piezas se organizaron en mi cabeza: biodiversidad, tiempo y matemáticas. Lo tenía claro, quería trabajar en eso, en genética. Durante mi tesis doctoral aprendí a extraer ADN de distintos tejidos y organismos -la mayoría marinos- y me centré en la búsqueda de marcadores genéticos que permitiesen identificar las distintas especies. La defendí en 2003, tras tres años y medio de trabajo centrados en la identificación de todas las especies de merluzas del mundo condensados en dos patentes. Ese mismo año, unos investigadores de la Universidad de Guelph en Ontario (Canadá) propusieron la idea del Barcode of Life, el código de barras de la vida. Sentí que estaba en el buen camino.
Desde entonces he seguido centrada en la información que nos ofrecen los genes sobre la evolución de las especies y la importancia de mantener la diversidad genética para conservar la biodiversidad. En 2007, tras el postdoctorado, me incorporé a la Universidad de Vigo y tuve la enorme suerte de poder dar clase de “Genética y Fundamentos de Sistemática”, entre otras. Aproveché esas asignaturas para transmitir a mis alumnos las posibilidades infinitas de investigación que tenemos los biólogos, pero sobre todo lo importante que es para un científico el pensamiento crítico. Por eso me gusta el trabajo en el laboratorio. Además de espíritu crítico, requiere comprender lo que ocurre dentro de las células, paciencia, meticulosidad y lógica.
En el año 2011 me incorporé al Instituto Español de Oceanografía como Científico Titular y descubrí otro mundo. Para mí, como genética, en el IEO las posibilidades de investigación son enormes. Científicos punteros de todos los ámbitos relacionados con el medio marino trabajando en la misma institución y la posibilidad de participar en campañas oceanográficas son algunas de las cosas que lo hacen especial. Los océanos son una de las principales reservas de biodiversidad en el mundo y su conservación es esencial para el desarrollo sostenible. La gestión genética de los recursos marinos es otro de los objetivos que he perseguido gracias a la genética de poblaciones. Los genes están en todas partes y con solo cuatro letras preservan en su secuencia las actas de la evolución.
Definitivamente, estas son las ciencias naturales que quería estudiar de pequeña.
Se estima que todavía quedan por identificar más de dos tercios de las especies marinas del mundo, ¿te animas?
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