Mi nombre es Desirée Palomino, trabajo en geología marina en el Instituto Español de Oceanografía y en este blog os contaré cómo y por qué estudiamos el fondo marino, desde su forma y composición en superficie hasta las capas profundas del subsuelo oceánico

Los fluidos construyen edificios… ¡y están habitados!
Cuando hablamos de volcanes es inevitable pensar en esas grandes erupciones que tienen lugar en zonas remotas como Hawái o Sudamérica. Pero existen otro tipo de volcanes muy especiales, que se encuentran muy cerquita de nosotros, a poca distancia de nuestras playas y se forman como consecuencia de la expulsión de fluidos desde el subsuelo oceánico. Se llaman volcanes de fango y en lugar de lava lo que contienen son sedimentos fangosos mezclados con fluidos (gases y agua principalmente). Cuando los fluidos ascienden desde el subsuelo marino van arrastrando sedimentos y pequeños cantos que normalmente salen por un conducto central produciendo grandes coladas.

Esquema de la formación de un volcán de fango (izquierda) y volcán de fango Gazul con unos 107m de altura (derecha).
Estos volcanes fueron descubiertos en el golfo de Cádiz a finales de los años 90 y, desde entonces, se han contabilizado más de 70 de estos edificios en profundidades desde 200 metros hasta más de 4000. A partir de su descubrimiento, se despertó un gran interés por conocerlos más a fondo y se sucedieron varios proyectos de investigación centrados en ellos. Gracias a todos estos estudios se ha descubierto su gran importancia natural ya que albergan extraordinarios hábitats marinos.
Estos estudios dieron a conocer su formación, en la cual una parte de los gases salen al exterior arrastrando a su paso sedimentos que van constituyendo el cono volcánico y otra parte de estos gases queda acumulada en el interior de los volcanes. Se observó también cómo especies acostumbradas a vivir en condiciones extremas (moluscos y poliquetos) aprovechan estas condiciones tan especiales para vivir allí. Entre ellas, están las bacterias que se “alimentan” de estos gases, principalmente del metano, y favorecen la precipitación de carbonatos que son unas rocas bastante duras. Estos carbonatos pueden tener distintas formas (de losa, costra,…) y tamaños (desde pocos centímetros a varios metros), aunque nuestra favorita es la que tiene forma de chimenea, por eso las llamamos chimeneas carbonatadas.

Distintos ejemplo de chimeneas carbonatadas en el fondo marino (izquierda) y en la cubierta del barco tras ser extraídas (derecha).
Existen otras especies como algunas esponjas, gorgonias y corales de aguas frías (¡que tan bien conoce nuestra bloguera Cova!) que viven y se aprovechan de estos fondos duros. También se sabe que estos edificios interaccionan con las corrientes marinas que van por el fondo. En ocasiones, al chocar con los volcanes, hacen que disminuya su velocidad y depositen el sedimento que transportan. Este proceso crea unos depósitos de sedimento arenoso con características muy especiales que, junto a los fangos, también favorece el asentamiento de otros tipos distintos de especies de fauna.
En el año 2009 tuve la gran suerte de participar en un proyecto europeo para estudiar los volcanes de fango y las chimeneas del golfo de Cádiz en el margen continental español. En este proyecto hicimos varias campañas oceanográficas y, tras 5 años de estudios, esta zona se declaró Lugar de Importancia Comunitaria y actualmente se encuentra protegida por la normativa europea. Ahora, nuestras bacterias extremófilas, los corales, gorgonias y todos sus compañeros pueden vivir más tranquilos sin verse amenazados por la acción del hombre.
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