
Felicidad Camuel y el ‘papeleo’
Hola, soy Feli, funcionaria de pro, enamorada de los papeles y de todo lo relacionado con Personal y RRHH del Estado (para que veáis que, efectivamente, hay gente para todo).
Corría mayo de 2008 cuando recalé en el Centro Oceanográfico de Málaga, en Fuengirola. Andaba necesitando un cambio, conocer cosas nuevas y, por esos detallitos que de vez en cuando tiene el destino, apareció esa plaza tan sugerente y tan diferente de mi trabajo como directora de oficina de Correos. Era lo que estaba buscando y acerté.
A lo largo de estos diez años he conocido los vericuetos administrativos de los OPIS (Organismos Públicos de Investigación): las dificultades económicas, las trabas burocráticas, el entramado legal nacional e internacional a los que se tienen que enfrentar los investigadores para sacar adelante sus proyectos científicos, …
He conocido a personas magníficas, gente que dedica sus horas, su esfuerzo y su vida a la investigación… y he dicho bien: su vida, porque estos máquinas no van a la oficina de 8 a 15:30, después trabajan en casa, leen todo lo que cae en sus manos, preparan publicaciones, recopilan datos, dan charlas, muestrean, divulgan, se embarcan durante días dejando atrás comodidades y familia. El mundo de la ciencia es un trabajo de hormiguitas, la ciencia oceanográfica no presenta grandes titulares ni suele salir en el telediario, pero el conocimiento de nuestro entorno marino es vital para la Tierra y todo lo que habita en ella.
Por eso me siento orgullosa de formar parte del engranaje que les permite hacer su trabajo, formar parte del equipo que les espera en la oficina después de esas comisiones de servicio, después de esas campañas oceanográficas, de ser una de las que se pelean a diario con la gestión económica y administrativa de los centros oceanográficos. Esos OPIS que hay que potenciar, que hay que ayudar y dejar de poner zancadillas.
La ciencia no puede ser totalmente privada, todos los proyectos no pueden ser “finalistas” (como han dado en llamar a que los resultados finales de un proyecto se concreten en algo comercializable), el dinero y los negocios, por más necesarios que sean para que el mundo gire, no se pueden convertir en algo imprescindible. La ciencia con mayúsculas, el conocimiento del entorno y la protección de nuestros océanos deben seguir siendo algo público y apoyado por los gobiernos y distintas administraciones, porque la protección del planeta sí que debía ser el gran “Proyecto Finalista”.
Y en eso estamos, por mí que no quede.
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