Eva Fernández Fernández: el fitoplancton y las nubes

6.marzo.2019

Estudiar oceanografía o biología marina no son las únicas maneras de acabar trabajando en proyectos de investigación relacionados con el mar. Hoy en día, la investigación marina es más multidisciplinar que nunca y, no sólo especialistas de muchas áreas acaban trabajando juntos, sino que también muchos investigadores jóvenes empiezan ya sus carreras investigadoras especializándose en varias pequeñas subáreas que pertenecen a diferentes disciplinas.

Yo estudié química en la Universidad de Barcelona y durante la carrera no hice nada relacionado con ciencias del mar, ni siquiera nada relacionado con medio ambiente. Mis estudios se centraban en técnicas de laboratorio químicas como puede ser cromatografía o resonancia magnética nuclear entre mucha física y matemáticas. En mi máster no hice ningún experimento de laboratorio, era un máster en quimiometría, algo así como estadística aplicada a la química, y trabajaba todo el día sentada frente al ordenador analizando datos de la industria vitivinícola. Sin embargo, para mi tesis doctoral, aparte de cromatografía, me he tenido que especializar también en qPCR, una técnica de biología molecular de la que nunca antes había oído hablar, dominar los análisis estadísticos y aprender a muestrear con instrumentos oceanográficos entre otros. Y es que un doctorado, aunque sea sobre un tema muy concreto, no es una especialización limitante, sino expansiva. Y se puede llegar a él por muchos caminos.

A grandes rasgos, mi proyecto estudia el efecto del océano sobre el clima. Me centro en cómo el comportamiento del fitoplancton y las interacciones bacteria-fitoplancton que suceden alrededor de un compuesto químico llamado DMSP afectan al clima. Este compuesto de sulfuro es producido por muchas especies de fitoplancton y clave para los microbios marinos que, al ingerirlo, cubren sus necesidades de carbono y sulfuro en un 15% y 95% respectivamente. También se cree que ayuda al fitoplancton a sobrellevar el estrés debido a la intensa radiación solar, cambios de temperatura o salinidad; lo que puede ser clave para su supervivencia en un mundo bajo el efecto del cambio climático. El compuesto dimetilsulfoniopropionato (DMSP) es degradado tanto por fitoplancton como por bacterias dando lugar al compuesto dimetilsulfuro (DMS) que, al ser gas, escapa del océano hacia la atmósfera donde junto con otros pocos aerosoles forman y hacen crecer las nubes. Las nubes, a su vez, absorben la radiación solar y por lo tanto regulan la temperatura de la superficie de la tierra. Y así es como las microscópicas plantas del océano tienen mucho que ver en el clima del planeta.

En la práctica, mi trabajo tiene una parte importante de trabajo de campo, ya que primero tengo que ir y conseguir muestras de agua del océano que quiera estudiar, ya que cada uno tiene sus características propias como diferentes especies de microbios. Entonces incubo estas aguas por diferentes periodos de tiempo mientras voy cogiendo pequeñas muestras que analizaré de diferentes maneras en el laboratorio. El laboratorio es el sitio donde paso más tiempo y donde más tareas hago. Y finalmente, después del campo y del laboratorio toca pasar un tiempo delante del ordenador y poner todos los datos juntos.

En estos tres años de proyecto, he ido a una expedición a la Antártida, he estado circunnavegando la gran barrera de coral australiana a bordo de un buque oceanográfico y también analizaré las aguas cercanas a Sidney en Australia para desvelar cómo los microbios marinos de diferentes zonas climáticas afectan al clima global y cómo el cambio climático afectará a este orden natural.

Un proyecto de:
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Con la colaboración de:
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