Me llamo Caty y recojo el testigo de mi compañera María. Soy bióloga marina e investigadora del IEO, donde trabajo desde hace muchos años, como ella, pero en el Centro Oceanográfico de Canarias. Mi trabajo está relacionado con la investigación de cefalópodos (pulpos, chocos, calamares) y con el seguimiento de pesquerías en Canarias y en África noroccidental.

Con-cienciados para conservar los manatíes
“Con-ciencia”… es lo que observé recientemente en la costa de Florida (EE.UU.), donde habita el manatí del Caribe (Trichechus manatus), una de las tres especies de manatíes que quedan en nuestro planeta. El pasado mes de noviembre, aprovechando el día libre que tuvimos durante el congreso mundial de cefalópodos 2018 que os mencioné en entradas previas del blog, tuve ocasión de bucear con estos increíbles animales.
El único depredador de los manatíes es el ser humano, que los ha cazado cientos de años por su carne y su grasa. Son especies protegidas, aunque aun son cazados de forma ilegal en algunos lugares de Centro América y Sudamérica. La reducción de su hábitat natural debido a la expansión humana y los golpes de embarcaciones, entre otras causas, amenazan su conservación. Y la baja tasa reproductiva de la especie dificulta su recuperación. Las hembras tienen un periodo de gestación de 12-14 meses y dan a luz a una cría cada 2-5 años. En Estados Unidos esta especie se considera en peligro de extinción desde 1973.
Toleran muy bien los cambios de salinidad, lo que les permite vivir en aguas saladas, ríos y zonas bajas de estuarios. Sin embargo son sensibles al frío y las bajas temperaturas son causa de mortalidad en la especie si estas descienden por debajo de los 20ºC. En los meses de invierno los manatíes de Florida se concentran cerca de las salidas de agua caliente de las plantas de energía que hay en estas costas. Aunque esto les hace depender de áreas calentadas artificialmente. Por ello los servicios de protección de vida salvaje del país buscan alternativas para calentar el agua y que los manatíes no dependan de las plantas de energía que fueron cerradas. Esto pudimos comprobarlo cuando nadamos con los manatíes en Crystal River, porque el guía nos acompañó a una zona muy próxima donde había salidas de agua caliente procedentes de pequeñas perforaciones del fondo marino que pudimos tocar con nuestros propios dedos.
Me sorprendió ver casas habitadas junto al hogar de los manatíes. Pero la población parece concienciada sobre la necesidad de respetarles. Y no vimos a ningún vigilante. El guía nos dijo: “no hace falta, siempre hay alguien mirando…” y eso significa que los propios habitantes del lugar vigilan que nadie les haga daño ni les moleste.

Escena fotografiada desde el agua cuando buceamos con los manatíes: ¡casas allí mismo!
Una vez en el agua el silencio era absoluto, solo se escuchaba nuestra torpeza si nos movíamos sin el sigilo necesario. Ya al bajar la escalera del barco tuvimos que hacerlo muy despacio para no molestarles. Y funcionaba, porque estuvimos al lado de dos ejemplares un buen rato y ellos ni se inmutaban, seguían comiendo las plantas que tanto les gustan de esos fondos. Se escuchaba el continuo crujido de estos pastos marinos en sus dientes. Solo nos miraban al levantar la cabeza para respirar. Y rápidamente volvían al fondo para seguir comiendo.

A veces nos amontonábamos un poco alrededor de ellos, pero ni se inmutaban, seguían comiendo…
En aquella zona la conservación de sus manatíes es algo asumido por todos, cierto que hay muchas empresas dedicadas a los tours con manatíes y que su entorno natural sufre alteraciones por la presencia humana. Pero me gusta ver la parte positiva: los habitantes de Crystal River parecen haber asumido la necesidad de su conservación.
¡hasta la próxima!
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