Me llamo Raquel Somavilla y soy oceanógrafa. Trabajo en el Instituto Español de Oceanografía y en mi investigación, estudiando procesos oceánicos desde su superficie a sus aguas profundas situadas a miles de metros de profundidad, busco entender el papel del océano en el clima.

Casi, casi en el Polo Norte.
Es imposible investigar el océano sin darse cuenta de su papel esencial en el clima terrestre. Sobre este tema pensaba profundizar hoy como continuación del primer post en el que os decía que, a través de este blog, quiero que no solo los oceanógrafos sepamos por qué es así y os adelantaba algún dato, pero según me ponía con ello he decidido no entrar en materia por ahora.
En lugar de eso, he decidido saltar a la siguiente pregunta que todo el mundo hace cuando dices que eres oceanógrafa. Lo primero es decir que “eso debe ser fascinante” 😉 y lo siguiente es: “¿y vas en barco?”, “¿a dónde vas?”, a lo que yo contesto: “Sí, a veces relativamente cerca en el golfo de Vizcaya y otras más lejos como al océano Ártico”. Y eso de haber llegado casi hasta el Polo Norte es sin duda lo que más interesa a todos y probablemente es la experiencia más increíble que he vivido como oceanógrafa.
Como sabéis, el océano Ártico es una de las regiones del planeta que mayor sensibilidad muestra frente al cambio climático. La velocidad de aumento de temperatura en el Ártico es el doble que el promedio observado en el resto de la Tierra y la disminución de la cobertura de hielo se ha acelerado desde los años 80. Nuestra campaña fue durante el verano de 2012, hasta la fecha el año con menor cobertura de hielo de los registrados con un área de 3.41 millones de km2, 3.29 millones de km2 por debajo de la media 1979-2000. Esto supone un área donde se ha perdido cobertura de hielo con respecto a lo que había hace un par de décadas más de seis veces mayor que la superficie de España.
Fueron dos meses y medio de campaña –así se llaman las expediciones en barcos de investigación oceanográfica- y eso es una campaña bastante larga. Normalmente suelen durar unas dos o tres semanas y, sin embargo, yo creo que es de las que menos pesadas se me ha hecho. Salimos de Tromsø, que ya está muy, muy al Norte, casi a 70°N, y de ahí nos fuimos más al Norte todavía en busca del hielo. Pasamos Svalbard, ya casi a 80°N, y entonces ocurrió. El océano dejo de ser el mismo que yo conocía, el mismo horizonte azul que había visto a 38°, a 42° a 70° N, para convertirse en un horizonte blanco.
Ya solo eso mereció la pena, pero hicimos muchísimo más. Una vez encontramos el hielo hicimos nuestra primera estación –así es como llamamos los oceanógrafos a los sitios donde tomamos muestras- en el hielo. Puesto que para hacer una estación en el hielo tienes que bajarte del barco y subirte al hielo, eso también hace que una campaña en el Ártico sea radicalmente opuesta a una normal. En una campaña normal, donde no hay hielo, lógicamente no te bajas del barco para nada. No puedes. Alrededor solo hay agua. En la campaña en el Ártico, el Polarstern se acercaba a un ice float –un trozo de hielo como el de la foto abajo que, como veis, es distinto de un iceberg porque es plano y de menor espesor-, poníamos una pasarela y todo el mundo a trabajar: básicamente a tomar muestras de lo mismo que medimos en el agua pero en el hielo. Los oceanógrafos físicos desplegamos instrumentos para que desde el hielo pueda medirse la temperatura, salinidad, oxígeno disuelto, corrientes del agua que se encuentra debajo; los biólogos toman muestras de las algas que viven en el hielo o del zooplankton que vive justo debajo y se alimenta de éstas, etc. Hay un par de cosas que podéis apreciar de las fotos. La primera que la foto de la izquierda está tomada desde un helicóptero que a veces teníamos que utilizar para desplazarnos a ice floats más lejanos donde necesitábamos trabajar y, segundo, que por debajo del hielo no hay nada, solo agua. 4000 o 5000 metros de columna de agua, cosa de la que no te das cuenta si lo ves desde la pasarela en la foto de la derecha, ¿verdad que no? En realidad, trabajando en un ice float como el de la foto no se tiene sensación de inestabilidad. Parece totalmente que has bajado a Tierra. Solo cuando lo piensas te das cuenta de que por debajo de tus pies y los dos metros de hielo hay miles de metros de agua. Pero mejor no lo piensas.

(a) Foto de un ice float. En la foto veis algunos de mis compañeros durante la campaña trabajando en el hielo. El ‘equipo limpio’, de blanco, que analizaba metales y debía llevar esos trajes y el resto de rojo. (b) Foto de la pasarela al hielo desde el Polarstern ©RaquelSomavilla
Y así, de estación helada en estación helada fuimos bordeando el hielo hasta la plataforma continental Siberiana –eso queda muy lejos- y luego adentrándonos más y más en él hasta llegar casi, casi al Polo Norte. El barco se quedó unas millas más lejos pero un compañero y yo con el helicóptero hicimos una estación a 89° 55’ N. La próxima vez llegaré. Si tengo la oportunidad, habrá próxima vez seguro, aunque de esto hace ya 6 años y entonces no tenía un niño de 4 y otro de 10 meses. La logística en casa se complica pero nada que no pueda arreglarse.
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