Me llamo Raquel Somavilla y soy oceanógrafa. Trabajo en el Instituto Español de Oceanografía y en mi investigación, estudiando procesos oceánicos desde su superficie a sus aguas profundas situadas a miles de metros de profundidad, busco entender el papel del océano en el clima.

Gente normal
Comencemos por lo importante: la vida científica no está reservada a mentes privilegiadas. Einstein hubo uno y la rueda se inventó una vez. El resto somos gente normal.
Si seguís algo mis entradas veréis que salto entre lo puramente científico y lo mundano. Hoy, como sospecharéis ya, vamos a lo segundo. Y es que no es que sea errática sin querer, es que si se trata de inspirar vocaciones científicas creo que aspectos como éste debemos destacarlos, más allá de lo relevante que sea un campo de conocimiento.
Ayer compartía Ana Morillas información sobre que solo el 4.2% de las adolescentes quieren ser científicas o ingenieras y hablando no solo en relación a las chicas sino a adolescentes en general, creo que también tiene que ver con la percepción de los científic@s como gente supra inteligente. Como si nosotros, gente normal, no estuviésemos hechos para ello. Por supuesto que hay gente muy, muy inteligente entre los científicos, pero la gran mayoría somos gente normal. Gente normal con una curiosidad infinita y perseverante… muy perseverante. Pero aparte de eso, tú, o tu amiga, o tu amigo, podría ser científic@ si se lo propusiera en serio.
De hecho, si la ciencia y la tecnología avanzan no es gracias a la contribución de únicamente los cinco más listos, sino a que muchos otros con sus ‘pequeñas aportaciones’ sustentan, mejoran, matizan o corrigen los grandes avances que se producen o entre todos ellos producen uno nuevo. No tiene que ser nuestra meta como científicos producir solos ese gran avance, sino con una ciencia sólida y robusta contribuir a que la ciencia poco a poco siga avanzando y hacer a la sociedad partícipe y conocedora de ese avance.
Me hace mucha gracia (y aquí me voy un poco del tema) como en España se le llena la boca a la gente hablando de excelencia científica. Primero porque si eres excelente o no lo tendrán que juzgar otros, segundo porque la rueda no podemos inventarla todos ni cada dos meses y, last but not least, porque si la excelencia se mide por el número de artículos científicos que eres capaz de publicar para producir una única contribución a tu campo de conocimiento, apaga y vámonos. Dicho lo cual, entre excelencia y solidez me quedo con lo segundo. Quiero hacer un trabajo que me permita tener el respeto de mis compañeros de profesión y en el que llegue un momento, si soy capaz de seguir en ello, en el que otros quieran escuchar lo que tengo que contar porque valoren mi opinión.
Y si partimos de la base que tanto la ciencia excelente como la no excelente, si es sólida y está bien hecha, es igualmente ciencia, lo que os decía: la ciencia no está reservada únicamente a Einstein. Tú también podrías ser científico. Hace falta ser perseverante porque no es un camino de rosas -aunque probablemente ahora nada lo es-, pero en el camino, si os decidís a emprenderlo, además de probablemente buscar el mejorar el bienestar de muchos otros con la satisfacción que eso conlleva, tendréis otras recompensas personales más tangibles. Vivir en otros países, conocer otras culturas, viajar y un largo etcétera. Yo solo puedo animaros.
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