Blanca Morales, de los primates a los corales pasando por los cetáceos

29.noviembre.2018

Desde pequeña siempre me ha producido fascinación el mar, pero también miedo, un medio diferente y profundamente desconocido para mí.  Pero mi carrera hasta llegar al mar ha sido larga…

Siempre me han gustado los animales, así que me decidí a estudiar Biología en Madrid. Desde pequeña me gustó leer a Konrad Lorenz, considerado como “el padre de la etología”. Me fascinaba el poder entender a los animales, leerles a través de su comportamiento, así que cuando terminé la carrera hice la maleta y me fui a Barcelona a hacer un máster en Primatología. Quería aprender a interpretar y comprender a esos seres tan cercanos a nosotros. Sin embargo, cuando terminé no quise parar ahí, quería saber más sobre animales, sobre cómo ayudar a su conservación, por lo que me decidí a continuar formándome con un máster en Gestión y Sanidad de Fauna Silvestre en Murcia, dónde trabajé con virus en gamos, muflones y cabras montesas.

Hasta ese momento no me había acercado a los misterios de las profundidades marinas más que en vacaciones. Sin embargo, surgió la oportunidad de continuar formándome mediante un doctorado en México, pero esta vez con las grandes ballenas, la ballena azul, el animal más grande del planeta.

Como ya dije, siempre le había tenido un poco de miedo al mar. La primera vez que me encontré en medio del océano en una pequeña barquita con apenas tierra a la vista, sentí momentos de pánico… hasta que apareció la primera ballena azul. Conocer a los gigantes del mar, verlas de cerca, escuchar sus soplos, su mirada intensa y sabia, me hizo entender que el miedo era solo desconocimiento, así que desapareció y se convirtió en fascinación.

Mi estudio me llevó a trabajar también con otros cetáceos: delfines que aparecían en manadas de cientos de individuos, grandes ballenas jorobadas de decenas de toneladas que parecían volar mientras saltaban y orcas bebés que se asomaban curiosas a la barca como queriendo averiguar qué clase de animales éramos.

A pesar de que las ballenas y los delfines viven en el agua, son mamíferos como nosotros y por tanto necesitan respirar aire, por lo que están expuestas al sol gran parte de su día. Las ballenas, al igual que nosotros, sufren daño en la piel a causa de la radiación ultravioleta. Sin embargo, ha pesar de que principalmente en los humanos, pero también en otros animales, hay gran incidencia de cáncer de piel asociado con la exposición al sol, los cetáceos no presentan este problema. Mediante mi investigación intenté averiguar qué hacen diferente a nosotros, intentar desentrañar cuál es su secreto para contrarrestar el daño por ultravioleta. Después de esa experiencia mi vida quedó ligada al mar.

Actualmente trabajo con corales, los formadores de los grandes “bosques del mar”. Los corales están desapareciendo, lo cual es preocupante por muchas razones, pero una de ellas es que los corales son las “guarderías” de muchos peces que luego comemos. Estudio como diferentes corales se enfrentan a diferentes tipos de estrés. Para eso estudio la expresión del transcriptoma. Todas nuestras células contienen ADN, la información genética que nos caracteriza. Cuando el organismo necesita responder ante alguna situación interna o externa ese ADN es leído por unas enzimas que dan lugar a otra molécula denominada ARN o transcritos. Es el mensaje que dará lugar finalmente a la respuesta celular necesaria. Mediante este estudio intento ayudar a aportar un poco más de conocimiento que nos haga comprenderlos mejor y así ayudar a que no desaparezcan.

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