Ana Borrero y la química del mar

15.noviembre.2018

Cierro los ojos y me imagino tirada en la alfombra del salón contándole a mi hija Marina el maravilloso mundo que esconde el mar, mientras ella me pregunta:

-Mamá, ¿y cómo supiste que de mayor querías ser científica marina?

En ese momento sonreiría, -Marina, hija, eso no lo supe hasta bien pasada la adolescencia. No siempre se tiene tan claro lo que uno quiere ser de mayor y no por eso estás desperdiciando tu vida. He llegado a querer ser pediatra, cantante, actriz y peluquera; aunque ahora que lo pienso, he sido todo eso en algún momento de mi vida. No me puedo quejar. Bien es cierto que mi vida siempre ha estado vinculada al mar.

Como ya sabes, nací en Algeciras, pero nunca me paré a pensar en esa posibilidad, la verdad. Sin embargo, el mundo ciencia y el “cacharreo de laboratorio” siempre me había llamado la atención. Recuerdo que unas navidades le pedí a los Reyes Magos un microscopio, que hasta el 2016 seguía funcionando. Curioso, ¿verdad? Porque me pongo a pensar y el microscopio era de juguete… ¡y le seguía funcionando hasta la luz! No entiendo cómo el autoclave de nuestro departamento se estropeaba tanto… En fin, que me desvío. En otro momento te cuento qué es un autoclave. Pero para que me entiendas, es más o menos el aparato que tenemos en la cocina para esterilizar tus biberones. Total, hija, que cuando tuve que elegir rama en bachillerato sabía que lo mío eran las ciencias. Al menos algo claro tenía.

Recuero el día en que, una vez aprobada la selectividad, me senté con tu abuelo en su despacho y me dijo bastante alegre: “Anda, Ana, doble licenciatura en Cádiz de ciencias del mar y ambientales. Es la primera promoción”. Me hizo mucha ilusión y allá que me fui. Pero ni por asomo yo ya tenía pensamientos de ser científica. Mi única misión era aprobar. Que eso ya era bastante. Durante los dos primeros años hija, siéndote sincera, aprobé muy pocas. De hecho, el segundo año de carrera me agobié tanto que incluso pensé en dejarlo. Pero al final no me rendí. De hecho, me animé tanto que decidí irme a Noruega de Erasmus. Y no te creas que fue el típico Erasmus, que ya se lo que estás pensando… En Noruega te hacen currar y mucho. Tuve la suerte de trabajar en un proyecto de biofouling. Ahí fue donde me di cuenta de lo que quería ser de mayor. Quería ser oceanógrafa y quería dedicarme a la oceanografía química.

Desde entonces de aquí para allá aprendiendo y disfrutando. Desde Cádiz, pasando por Noruega y Southampton, para terminar en Noruega otra vez. Pero cariño, no todo es color de rosa. Ser científica y mujer, aún hoy día, no es una combinación muy compatible. Yo ahora puedo disfrutar de ti y a la vez seguir dedicándome a lo que me gusta; pero he tenido que sacrificar muchas cosas. Con todo esto que te cuento quiero que te quedes con dos cosas principales: la primera es que no tengas prisa por querer saber lo que quieres ser de mayor. Puede que lo sepas pronto, o no, pero dure lo que dure ese momento de reflexión, disfruta y aprende. Y segundo, no te rindas nunca. Como me diría tu abuela: “el no ya lo tienes, pero, ¿y si te dan un sí?”.

Un proyecto de:
ieo
Con la colaboración de:
FECYT