Trabajo en el Centro Oceanográfico de Baleares del IEO desde hace 15 años, formando parte del grupo de Reservas Marinas: Conservación, Biodiversidad y Pesquerías Artesanales (RESMARIEO), dedicado al conocimiento de los ecosistemas litorales, la biología y ecología de especies explotadas por la flota artesanal, los efectos biológicos, ecológicos y pesqueros de las áreas marinas protegidas y de los impactos antrópicos en los ecosistemas litorales, incluyendo la pesca y el cambio climático.

Ver para creer y creer para proteger
Como ya os mencioné en mi primera entrada de blog, mis inicios en el IEO fueron llevar a cabo un proyecto relacionado con la creación de una reserva marina, concretamente la Reserva Marina del Levante de Mallorca en Cala Rajada. Dicha reserva marcó un antes y un después en el modo de concepción y aceptación de los espacios marinos protegidos y más concretamente de las reservas marinas, y de esto ya hace ¡11 años! El hito de aquel momento fue que se convertía en la primera reserva marina creada a petición del sector pesquero, en concreto del colectivo de pesca artesanal, formado por una generación de jóvenes pescadores que miraban más allá del presente y deseaban preservar su modo de vida y método de sustento en vistas a su futuro y al de sus sucesores en este digno oficio.

Colectivo de pescadores promotores de la Reserva Marina Levante de Mallorca
El cometido del IEO fue establecer el “punto cero” en cuanto al estado de los recursos pesqueros explotados por la flota artesanal que operaba en la zona donde se iba a ubicar la nueva reserva marina. Dicho estudio se llevó a cabo entre 2003 y 2004. Esto también fue otra experiencia pionera, ya que de todas las reservas marinas creadas hasta la fecha no disponían de información previa para contrastar con los resultados fruto de la evolución de la protección a medio y largo plazo, ni tampoco de estudios que avalaran la idoneidad de la ubicación de las diferentes zonas y grados de protección, así como los usos permitidos.
Para los que no estéis familiarizados con los espacios marinos protegidos o reservas marinas, la verdad es que existen varias figuras de protección, cada una de ellas con una finalidad. Contamos con Áreas Marinas Protegidas, Parque Nacionales Marítimos, Parques Naturales con espacios marinos protegidos, Lugares de Interés Comunitario (LICs) marinos, Zonas de Especial Protección para las Aves (ZEPAs) marinas, zonas de protección pesquera y, finalmente, las Reservas Marinas que puede que sean las figuras más conocidas por el público en general.
Toda protección marina tiene un objetivo, ya sea proteger ciertos hábitats o especies amenazadas, así como su vulnerabilidad, fragilidad, sensibilidad o lenta recuperación de sus hábitats o especies, además de proteger fases del ciclo vital de las especies, claves para su regeneración, como zonas de concentración de juveniles, lugares de puesta, etc. En el caso de las reservas marinas más conocidas su objetivo principal es que son de interés pesquero.
¿Y qué significa esto? Pues que se declaran reservas marinas a aquellas zonas que, por sus especiales características, se consideran adecuadas para la regeneración de los recursos pesqueros. Las medidas de protección determinarán las limitaciones o la prohibición, en su caso, del ejercicio de la actividad pesquera, así como de cualquier otra actividad que pueda alterar su equilibrio natural. Dentro del ámbito de las reservas marinas pueden delimitarse áreas o zonas con distintos niveles de protección, tales como: zona de reserva integral (donde no se permite ninguna actividad de extracción de flora y fauna u otras actividades de carácter lúdico), áreas de especial regulación y zona de uso restringido, donde se regulan todas las actividades permitidas.

Muestreando langostas en la Reserva Marina de la Islas Columbretes
En su momento, los pescadores artesanales de Cala Rajada creyeron en la protección y tuvieron que luchar muy duro frente a otros colectivos usuarios también del mar, que se oponían a las restricciones que iban a conllevar la protección de un espacio marino. A lo largo de estos años dichos colectivos, situados en la oposición, se han rendido a las bondades que les ha reportado la reserva marina para sus negocios o momentos de ocio.
Otra reserva marina en la que he trabajado mucho es la reserva marina de las Islas Columbretes. ¡Un lugar mágico! Formada por islotes agrestes, de constitución volcánica y alejada de la costa, le confiere el carácter de reserva ideal debido a la práctica inexistencia de actividad pesquera en su interior. Con casi 30 años de protección se ha convertido en un laboratorio viviente que muestra las consecuencias del cese de la pesca en una zona. Las dos especies emblemáticas que han evolucionado de forma espectacular en este espacio protegido son los meros y la langosta roja.

Marcando langostas en las Islas Columbretes
Una de nuestras líneas de trabajo dentro de la reserva marina de las Islas Columbretes es el seguimiento de la población de langosta roja. Llevamos 20 años evaluando la demografía de la especie, que nos ha permitido establecer tallas máximas y edades nunca registradas anteriormente, con ejemplares que superan los 20 centímetros de cabeza, unos 5 Kg de peso y los casi 30 años de edad. Además, hemos podido estudiar muchos otros aspectos de la biología y ecología de este crustáceo tan apreciado comercialmente.
El esplendor de la langosta roja en las Islas Columbretes lo convierte en el único lugar en todo el Mediterráneo donde se encuentra una población madura que actúa como foco de dispersión de huevos y larvas, hasta 250.000 huevos por hembra adulta de gran tamaño.
Todos estos trabajos los hemos ido realizando a través de campañas, con grandes buques oceanográficos y pequeños pesqueros artesanales. La campaña más dura que realizo a lo largo del año es la de marcado y recaptura de langosta de Columbretes en junio. Y digo dura no por las condiciones meteorológicas, aunque a veces pueden serlo, sino por las condiciones de trabajo y espacio en un buque pesquero artesanal de apenas 14 metros de eslora, con un patrón y dos marineros a bordo, ¡y yo! en el que nos quedamos a pernoctar fondeados en las islas durante varios días.
Ha habido años en las que han pasado por mis manos más de 2000 langostas en un intervalo de 2 semanas de trabajo. La primera vez que fui a esta campaña, en 2003, acabé con las manos hechas jirones, los caparazones espinosos de las langostas me habían abierto heridas que tardaron días en cicatrizar ¡y todo por no llevar guantes!
Ni el trabajo ni las condiciones duras me asustan, hay días que hacemos hasta 16 horas de trabajo, comiendo apenas un bocadillo, durmiendo en un colchón en cubierta envuelta en un saco de dormir, sin ducharme durante días y haciendo mis necesidades en un cubo. Cuando les cuento esto a mis amigos ¡no dan crédito a mis relatos!

Mi camarote durante una campaña en las Islas Columbretes
He asistido a muchas campañas a lo largo de mi carrera profesional, en grandes buques oceanográficos en los que trabajas por turnos, tienes tu camarote con baño y ducha, te hacen la cama, te limpian la habitación, te cocinan y te sirven la comida en la mesa, ¡campañas de lujo! como las llamo yo. Pero a pesar de todos los inconvenientes que tiene ir de campaña en un pesquero pequeño, en una reserva marina alejada de la costa y duras condiciones de trabajo, para mí siempre será un lujo poder disfrutar de las Islas Columbretes.
El ecosistema marino tiene un gran potencial si se respeta adecuadamente. Por esto las reservas marinas bien gestionadas y vigiladas nos dan sus frutos de manera tan agradecida. Quiero destacar que estos frutos nacen gracias también a la encomiable labor que lleva años desarrollando la gente que trabaja en el área de reservas marinas de España, dentro de la Subdirección General de Protección de los Recursos Pesqueros, en la Secretaría General de Pesca a nivel estatal, así como las direcciones generales de Recursos Pesqueros a nivel autonómico, sobre todo en Baleares, que han VISTO el potencial de las reservas marinas, han CREÍDO en él y lo han PROTEGIDO.
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