Marta Estrada: bióloga marina, oceanógrafa y pionera antártica
Marta Estrada Miyares nació en el año 1946 en Granollers (Barcelona). En 1968 se licenció en Biología y en 1970 en Medicina y Cirugía en la Universitat de Barcelona. Posteriormente realizó su tesis doctoral junto al ecólogo Ramón Margalef en el Instituto de Investigaciones Pesqueras, semilla del Institut de Ciències del Mar (ICM-CSIC) de Barcelona. Desde entonces, ha participado en numerosas expediciones oceanográficas en el mar Mediterráneo y en los océanos Atlántico, Pacífico, Índico, Ártico y Antártico, donde viajó por última vez en 2015. Estrada ha desarrollado buena parte de su carrera en el ICM-CSIC, que llegó incluso a dirigir entre los años 1995 y 1997. Además, ejerció de responsable del Departamento de Biología Marina y Oceanografía del centro (1997-2005). En la actualidad, la investigadora acumula más de 50 años de trabajo como oceanógrafa, y es internacionalmente conocida por sus estudios sobre la distribución y dinámica de las comunidades del fitoplancton en los ecosistemas marinos, así como sus interacciones con los factores físicos y biológicos.
Entre otros premios y distinciones, Marta fue nombrada académica de la Real Acadèmia de Ciències i Arts de Barcelona en 1999, miembro del Institut d’Estudis Catalans en 2003 y miembro correspondiente de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid en 2007. Además, en el año 2004 recibió la Creu de Sant Jordi de la Generalitat de Catalunya, en el 2005 le otorgaron la Medalla de la Ciutat de Granollers (2005) y, finalmente, en el 2017 le entregaron la medalla de Honor de Barcelona. Pero esto no es todo, a lo largo de su carrera profesional la investigadora ha ocupado cargos relevantes como el de vicepresidenta de la Societat Catalana de Biologia (1986-1989), miembro de la junta de la International Society for the Study of Harmful Algae (ISSHA, 2008-2021) y representante de España para el Scientific Committee on Oceanic Research (SCOR, 2005- actualidad).
Por Vanessa Balagué, Elena Martínez y Magda Vila / ICM-CSIC
Hemos leído en algunas entrevistas previas que en tu época no era habitual que una mujer estudiase ¿De dónde viene tu interés por la ciencia?
Viene de mis padres. Profesionalmente se dedicaban a la contabilidad, pero mi padre era un estudioso de la arqueología de Granollers y su comarca (El Vallès Oriental) y mi madre colaboraba con él. Cuando yo era joven, muchos opinaban que, como el destino de las mujeres era casarse y quedarse en casa haciendo “sus labores”, no valía la pena (o incluso era contraproducente) que estudiasen. Mis padres siempre pensaron que las chicas debían prepararse para una profesión y estudiar igual que los chicos.
¿Eres una mujer de mar o de montaña?
De las dos cosas. Yo nací en una ciudad del interior de Catalunya, pero ya de pequeña hacía excursiones con mis padres por las montañas de los alrededores y pasaba días de verano cerca del mar.
Algunas compañeras del ICM destacan de ti tu sabiduría, tu deseo de continuar aprendiendo, tu humanidad, tu pasión por la ciencia y la oceanografía, tu discreción, tu visión integradora y tu atención a los aspectos sociales, además de ser una compañera con mucho sentido del humor, sobre todo en las campañas… ¿Estás de acuerdo?
Ya me gustaría. Tengo unas compañeras muy generosas.
¿Qué es lo que más te llamaba la atención del Profesor Ramon Margalef?
Me gustó mucho cómo integraba campos de conocimiento muy diversos para elaborar conceptos unificadores. A mí me gustaba todo, desde la biología a las matemáticas. La visión interdisciplinaria del Dr. Margalef me pareció fascinante y le pedí que me dirigiese la tesis doctoral. Entré como becaria en el Instituto de Investigaciones Pesqueras (IIP), en el que trabajaba el Dr. Margalef, y centré mi tesis en la ecología del fitoplancton marino, pero más que el objeto de estudio en sí, lo que me interesaba era el tipo de enfoque que él aplicaba.

Marta en el laboratorio del buque canadiense Amundsen en la campaña ártica CASES, en 2004.
“Todo está conectado. Si quieres estudiar el mar, tienes que saber de muchos temas”
¿Cuán importante es conocer el mundo para entenderlo?
Todo está conectado, pero hay que entenderlo en el contexto adecuado. Todo está más o menos conectado pero las conexiones son de intensidad desigual; si no, como explicaba del Dr. Margalef, los sistemas serían demasiado rígidos y no podrían funcionar.
En el campo de la ecología es muy importante conocer, identificar y estudiar los elementos que integran cada sistema, pero también se puede obtener mucha información a través de la comparación de sistemas o componentes que ejercen funciones parecidas en diferentes regiones, como es el caso de los ecosistemas de afloramiento costero en Perú o en Mauritania.
“Viajar siempre ha supuesto un gran aprendizaje para mi, pero ante las crisis climática y energética hay que limitar la movilidad”
Sabemos que eres una gran viajera ¿Es esto lo que te incita a descubrir sitios nuevos y a conocer otras culturas?
Para mí, viajar y descubrir la diversidad geológica, biológica y humana de diferentes lugares del mundo ha representado un aprendizaje y una satisfacción intelectual. He vivido en una época de expansión de los viajes y mi dedicación a la oceanografía lo ha facilitado, pues el mar no tiene fronteras. Sin embargo, ahora, ante las crisis climática y energética, hay que limitar la movilidad.
Gracias a la investigación has tenido la oportunidad de viajar mucho, ¿te condicionó de alguna forma el hecho de ser mujer sobre todo durante los primeros años como investigadora, cuando muy pocas mujeres os dedicabais a la ciencia? ¿Cómo lo viviste? ¿Con qué obstáculos te encontraste?
No me ha condicionado el hecho de ser mujer. Cuando iniciaba mi carrera investigadora tuve la fortuna de tener compañeras mayores que yo como Josefina Castellví, Dolors Blasco y Tecla Riera que, de diversas maneras, ya habían preparado el terreno (por ejemplo, a alguna de ellas, antes de aceptarla como becaria, le habían preguntado si tenía novio; en este caso, sus opciones hubiesen disminuido). Sí que he vivido algunas anécdotas. Hace años, cuando un grupo de compañeros y compañeras volvíamos al buque oceanográfico Cornide de Saavedra, que estaba atracado en unos muelles militares de Las Palmas de Gran Canaria, el centinela nos paró indicando discretamente que “las señoritas no pueden pasar”. Evidentemente, no pasó por su cabeza que pudiésemos ser investigadoras.
Junto con la también oceanógrafa Josefina Castellví y la periodista Charo Nogueira, fuisteis las primeras mujeres españolas en pisar la Antártida en una expedición científica argentina en 1984. ¿Por qué es importante investigar en la Antártida?
La Antártida contiene la mayor parte del hielo y del agua dulce del planeta y juega un papel crucial en las circulaciones oceánica y atmosférica; en el contexto actual de cambio global, es muy importante estudiar cómo los cambios en la Antártida influyen en la regulación del clima de la Tierra. La Antártida es también un laboratorio privilegiado para investigaciones en disciplinas como astronomía y geofísica. El hielo acumulado en el continente contiene un registro de los cambios de temperatura y composición atmosférica que abarca centenares de miles de años. Por otra parte, además de una interesante biodiversidad, el ecosistema antártico ofrece ejemplos únicos de adaptaciones a ambientes extremos. Hay que tener en cuenta, además, que existen motivaciones políticas, relacionadas sobre todo con la participación en el Tratado Antártico, que favorecen que los países inviertan en investigación antártica.

Josefina Castellví y Marta Estrada, primeras científicas españolas en una expedición oceanográfica en la Antártida, en la Base antártica argentina Esperanza, febrero de 1985. De izquierda a derecha: Jorge Zavatti, Josefina Castellví, René Massol, Antoni Ballester, Marta Estrada.
Desde tu primer viaje a la Antártida en 1984 hasta tu última expedición en 2015, habrás tenido la oportunidad de observar muchos cambios en el continente helado. ¿Cuáles destacarías desde el punto de vista científico? ¿Y a nivel de impacto humano?
Las expediciones en las que he participado han tenido lugar a lo largo de varias semanas durante diversos períodos del verano austral, por lo que mis observaciones, afectadas además por variabilidad meteorológica a corto plazo, son demasiado puntuales. Para poder detectar tendencias se necesitan series largas de datos con resolución adecuada; afortunadamente, existen métodos de teledetección que facilitan la obtención de medidas. Precisamente, los impactos del cambio climático en la Antártida son muy complejos; el calentamiento y la pérdida de hielo son particularmente importantes en el sector occidental.
A lo largo de estos años sí que ha habido una cierta concienciación sobre aspectos como la conservación de la biodiversidad antártica; por ejemplo, la posesión de perros de trineo se prohibió en 1994. Más recientemente se ha detectado la llegada de plantas invasoras a alguna isla antártica y se han establecido programas para erradicarlas. Por otra parte, son preocupantes el aumento de la frecuentación humana (no sólo turística), la contaminación y la sobrepesca.
También has investigado en el Ártico. ¿Son similares los tipos de estudios y cómo se desarrolla la labor científica en ambas zonas polares?
Aunque tienen en común la importancia del hielo, las dos zonas polares son muy distintas; el polo sur está en un continente y el polo norte en medio de un océano. Yo he estado en la Antártida durante el verano austral, pero he visitado el Ártico, a bordo del rompehielos canadiense CCGS Amundsen, en invierno y primavera; por ello, aunque en ambos casos mi investigación se centraba sobre la composición y actividad del fitoplancton marino, las condiciones de trabajo eran muy distintas. En el Ártico, bajábamos del barco al hielo por una pasarela y sacábamos agua a través de un agujero practicado en el hielo marino; la temperatura del aire podía ser de -40ºC. En cambio, en las expediciones antárticas en las que he participado, siempre durante el verano austral, el agua se muestreaba generalmente con botellas hidrográficas desde el barco y, desde luego, las temperaturas eran mucho más confortables. Para hacer comparaciones con mi experiencia ártica, debería haber participado en alguna campaña invernal en la Antártida.

Marta en el laboratorio del BIO Hespérides en la campaña antártica Pegaso, en 2015.
Realizaste la tesis sobre el fitoplancton marino, ¿Por qué es tan importante en el océano?
El fitoplancton de los océanos es responsable de la mitad de la producción primaria mundial; representa la base de la red trófica que alimenta el ecosistema marino y tiene una importante participación en el ciclo del carbono. Las células fotosintéticas captan carbono inorgánico disuelto en el agua para producir materia orgánica; tras procesos diversos (como excreción, muerte celular, lisis, consumo por herbívoros), parte de esta materia acaba en forma disuelta o sedimenta hacia el fondo como detritus. Este hecho contribuye a retener carbono en capas profundas del océano y en los sedimentos. Por otro lado, es un placer simplemente contemplar al microscopio la gran diversidad de formas y comportamiento del fitoplancton.
En tus trabajos hablas del acoplamiento físico-biológico. ¿Nos puedes explicar qué es y porqué es interesante estudiarlo?
Para funcionar, los ecosistemas necesitan dos tipos de energía. La energía denominada interna deriva, típicamente, de la energía solar capturada por la fotosíntesis, que sustenta la red trófica; el otro tipo es la energía externa, que en el caso del plancton proviene del movimiento del agua forzado por vientos y corrientes. Este movimiento es necesario, por ejemplo, para devolver nutrientes (como nitrato, fosfato o silicato) desde capas de agua profundas, donde se regeneran, hacia la zona superior iluminada de la columna de agua, donde tiene lugar la fotosíntesis. Ciertas regiones marinas, como las de afloramiento de Perú, Mauritania o Galicia, son muy ricas en plancton y pesca porque el régimen de viento ocasiona un movimiento ascendente de las aguas profundas, que suben cargadas de nutrientes.
¿Qué efectos tiene la crisis climática sobre estas comunidades?
Es un tema complejo. Como se mencionaba más arriba, el movimiento del agua ejerce un control fundamental sobre la producción primaria. En zonas cálidas o templadas, un aumento de temperatura del aire puede producir un incremento de la estratificación y dificultar la mezcla vertical y el retorno de nutrientes hacia la superficie; en contraste, una reducción de la mezcla vertical en zonas frías podría mejorar la retención de células en la capa superior, iluminada, de la columna de agua. Por otra parte, el cambio climático puede cambiar el régimen de vientos y los patrones de circulación de las corrientes marinas, aparte de alterar la formación de hielo en zonas polares. Además, a causa de la absorción de dióxido de carbono, el mar se está acidificando. Los efectos combinados de todos estos factores (y otros que no se comentan aquí) sobre biodiversidad y producción del fitoplancton marino son variables para diferentes regiones marinas. Estos temas se están estudiando mediante sensores remotos, series de muestreos in situ y modelos, pero aún falta información para dar una respuesta global.

Antártida, campaña Pegaso (2015).
¿Cómo ves el futuro? ¿Qué medidas debería adoptar la ciudadanía para revertir la situación de crisis climática, social y económica actual?
Creo que hay que cambiar el modelo socio-económico actual, ya que está basado en un crecimiento infinito y el mundo no lo es. Tendríamos que dirigirnos hacia un sistema que priorice una buena calidad de vida para todas las personas, y no que promueva el consumo desenfrenado de recursos por parte de una minoría. No se trata sólo de una misión para los ciudadanos a título individual, tiene que haber un cambio de políticas, y deben actuar tanto los gobiernos como las empresas.
¿Algún consejo a las nuevas generaciones?
Que aprovechen sus años de estudios. Un buen nivel de cultura y de formación científica serán fundamentales para tomar decisiones en un mundo cada vez más complejo. Además, les diría que empujen a sus mayores para que estos implementen los cambios socio-económicos necesarios para abordar las crisis actuales.

Marta junto a su retrato en el mural inspirado en la exposición “dONes: motor de la ciencia marina i ambiental” del Proyecto PlànctON, en el Institut de Ciències del Mar (CSIC), abril de 2022. Foto: Clara Cardelús.
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